sábado, 14 de junio de 2008

La Molina, 12 de junio del 2008 

Padre Siempre

Demetrio Sánchez no tuvo mucho tiempo para pensarlo. Simplemente cogió a su mujer y a sus hijos y tomó el primer carro para Lima.  Eran los ochenta y le habían avisado que los ¨cumpas¨, la gente de Sendero, lo habían puesto en una lista.

La vida en Lima fue muy dura. Demetrio era un artesano líder en su Quinua natal, pero aquí no era nadie. Pasaron hambre y frío muchas veces. La Jacinta, su mujer, no aguantó y ¨un día se murió de pura pena¨. Él se quedó solo con sus dos hijos escolares.
Años después, recordando esa época, y ya de vuelta en su tierra, Demetrio moldeó una impactante imagen de la Huída a Egipto. Le tomó ocho meses de trabajo junto con sus hijos, pero tenía que hacerla porque era la manera de expresar lo que sentía y cerrar por fin ese capítulo de su vida. ¨Yo sé lo que sentía San José cuando se escapó con su familia... yo se qué se siente comer pan con miedo en otra tierra y tener que sacar hijos adelante protegiéndolos de la dureza de la experiencia.¨
Demetrio es muy pobre pero es asombrosamente culto y con una sensibilidad artística muy desarrollada. Quizá por eso ha podido plasmar en palabras y en sus obras sus vivencias y lograr hacernos comprender qué significa ser padre en tiempos de miedo y pobreza.  Ser padre de verdad es siempre difícil y demandante, verlo en estos contextos extremos nos permite poner de lado los aspectos rutinarios para ver el fondo: el padre vela por la familia, la cuida a su propio coste. El padre educa a sus hijos desde su vida misma, les da de su propia riqueza personal. El padre da sentido y abre el horizonte al proyecto de vida de cada hijo. Ser padre es ¨estar¨ siempre para ellos hasta el punto del sacrificio personal. Al respecto surge con toda naturalidad la escena tragicómica de Roberto Benigni en ¨La vida es bella¨ desfilando delante de su hijo mientras lo llevan a la muerte para que éste no se asuste más. ¨Mi padre siempre estuvo allí protegiéndome aunque yo no me daba cuenta¨, reflexiona el personaje del niño años después al narrar la historia... Al hacerlo me gano una vida verdaderamente humana y sin odios ni resentimientos para el futuro, solo puedo recordar cosas hermosas de mi vida en el campo de concentración
Ojalá podamos hacer de nuestra vida como padres un continuo don para nuestros hijos. Desde la esquina o papel que la vida nos asigne. Con los tiempos que tengamos, en la dificultad o en la abundancia. Estar siempre para ellos. Representar para cada uno lo permanente, la seguridad, el soporte desde el que es posible lanzarnos a enfrentar los retos de la vida.  Y junto a todo eso, la palabra. Las palabras del padre tienen una fuerza especial en los hijos. Cuando el padre es consciente de lo que dice y da peso a sus palabras éstas continúan resonando en el corazón de sus hijos durante toda su vida. Todos podemos recordar algunos de esos momentos especiales cuando el peso de su expresión labró surcos profundos en nuestra alma, surcos de donde luego brotaría la cosecha de nuestras actitudes y valores más arraigados. Cuando el padre sabe hablar a sus hijos de Dios, de la vida, del dolor, de la muerte, del amor, de la amistad verdadera, cuando me empuja a dar lo mejor de mí, puede tener por seguro que en esas palabras está dejando su mejor herencia.